sábado, 1 de agosto de 2009

El Vino de Jerez ... Parte IV


LA CRIANZA DEL JEREZ

En las bodegas de crianza, el vino descansa ordenado según sus distintos grados de vejez. Las botas se alinean en hileras de tres o cuatro alturas, cada una de las cuales constituye una escala. La hilera o escala más baja se llama “solera” (por estar próxima al suelo) y contienen el vino de más edad. Las botas en la escala inmediatamente superior denominada “primera criadera”, contienen un vino algo más joven; en las de la segunda criadera el vino es aún más joven; y así sucesivamente, hasta llegar a la última criadera.

El vino destinado al consumo se extrae siempre de las botas de la solera, mediante una operación denominada “saca”. En cada saca tan sólo se extrae una pequeña proporción del contenido de cada bota de la solera. Posteriormente, esa cantidad de vino extraída para el consumo es reemplazada por la misma cantidad de vino de las botas de la segunda hilera (la primera criadera); a su vez, el vino extraído de la primera criadera se reemplaza con vino de la segunda criadera, y así sucesivamente, hasta llegar a la escala superior del sistema, donde se encuentran los vinos más jóvenes. Esta operación se conoce en Jerez con el nombre de “corrida de escalas”, y se suele realizar con unos utensilios llamados canoa y rociador, cuyo cometido consiste en que el vino entre en las botas poco a poco, como un rocío, con objeto de que la flor no se dañe.

El sistema de crianza del vino de Jerez es pues dinámico, y se produce a través de un proceso en el que los vinos más jóvenes son metódicamente mezclados con otros más criados, al objeto de que vayan paulatinamente adquiriendo las características conformadas tras años y años de soleraje.

Aunque en ocasiones excepcionales algunas bodegas envejecen sus vinos de manera estática, mediante el sistema de añadas, el de criaderas y soleras es sin duda el sistema genuino de crianza de los Vinos de Jerez. La mezcla de vinos procedentes de distintas cosechas no permite hablar de una vendimia concreta, pero sí podemos establecer una vejez media del vino en la solera, en base a una serie de factores como son el número de escalas o criaderas, el porcentaje de vino que se mueve en cada corrida de escalas o la frecuencia con la que ésta se realiza.

Como mínimo, la crianza de los vinos de Jerez debe ser de tres años, aunque con frecuencia se extiende a lo largo de muchos más. Determinados tipos de vino adquieren sus características más genuinas tras décadas de envejecimiento, por lo que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen, a petición de las bodegas, califica determinados vinos con vejez superior a 20 y 30 años, previo un cuidadoso procedimiento de degustación y verificación analítica de los mismos.

LAS BODEGAS

Si contemplamos las bodegas de Jerez podremos concluir en una primera aproximación que son
hermosísimas desde el punto de vista “estético”, pero si las analizamos en función de las necesidades que plantea la crianza de los Vinos de Jerez deduciremos que son además extremadamente funcionales.

El clima del Marco de Jerez, meridional cálido pero con fuerte influencia del Océano Atlántico, no es el ideal para la crianza de vinos de calidad. Las fuertes oscilaciones de temperaturas, los cambios en el nivel de humedad en función de los vientos dominantes, etc., han sido un reto que ha obligado a los bodegueros de Jerez a adecuar las condiciones arquitectónicas de las bodegas para paliar los factores negativos, aprovechando los positivos.

Las bodegas, edificios de una sóla planta, suelen estar situadas cerca del mar, o en terrenos relativamente altos abiertos al mar, para que los vinos que almacenan puedan recibir las brisas marinas de la mañana y los vientos de poniente. Además, los bodegueros de Jerez dan a sus edificios una orientación noroeste-sureste que permite el mínimo de horas de sol y el máximo de humedad.

Las levaduras que forman la flor viven mejor en la oscuridad y en silencio; por eso se construyen ventanas altas y de forma apaisada, de modo que los rayos de sol no lleguen a las botas. Además se cubren los huecos de las ventanas con celosías o persianas de esparto para que entren las brisas del mar, pero no la luz.

Las bodegas de Jerez son más altas que las de otras regiones vitivinícolas, llegando a tener una altura de hasta 14,5 m en su arco central. Con ello se intenta crear un gran volumen de aire para cada bota, ya que la ventilación es una exigencia de la crianza biológica, es decir, bajo velo de flor.
Las paredes laterales tienen un espesor nunca inferior a 60 cm. Para soportar la altura del techo y producir el máximo aislamiento térmico posible. Los muros están hechos con materiales de gran higroscopicidad para que las bodegas mantengan un grado de humedad muy alto. Por su parte, los pavimentos suelen estar formados de arena, cal y óxido de hierro, para mantener la humedad interior; en verano se riegan hasta dos veces por semana para que las bodegas se mantengan frescas.

LOS CABECEOS

Una vez terminado el proceso de crianza, cuando se produce la “saca” de las botas de la solera, algunos de los Vinos de Jerez están listos ya para su expedición al consumo. Otros en cambio son objeto de mezclas o “cabeceos”. Tradicionalmente, algunos de los jereces secos, en especial los Amontillados y Olorosos, se cabecean en distintas proporciones con vinos dulces, al objeto de obtener otros tipos de vino de más cuerpo, como los Medium o los Creams.

La sabiduría de los bodegueros en la selección de los vinos y en la determinación de las proporciones adecuadas para cada cabeceo es un auténtico arte, que en numerosas ocasiones ha ido pasando de generación en generación.

Sin mezclar, o fruto de cabeceos, los vinos son finalmente clarificados con claras de huevos batidas a punto de nieve, o bien con albúmina de huevo ya concentrada. Este proceso persigue concentrar todas las partículas en suspensión del vino y precipitarlas al fondo de las lías.

Finalmente, el vino se filtra para eliminar las últimas impurezas.

lunes, 27 de julio de 2009

El Vino de Jerez ... Parte III


LA OBTENCIÓN DEL MOSTO

Una vez realizada la recogida de la uva, ésta es transportada con la máxima celeridad posible a los lagares, que en la región de Jerez están situados en las propias viñas o bien en las afueras de las ciudades. Las uvas se descargan en unas cintas transportadoras para eliminar los escobajos, hojas y racimos en condiciones no óptimas, cuya inclusión en la prensa produciría excesivo tanino. Después se pasan a máquinas de estrujado suave para facilitar la apertura del grano e inmediatamente después se pasan a las prensas. Mediante suaves presiones se obtiene el denominado mosto de yema que supone un rendimiento de 70 litros por cada 100 kg de uva. Sólo este mosto de yema tendrá entrada en el sistema de crianza de Jerez y Manzanilla.
Las bodegas suelen realizar dos prensados más; el zumo resultante del segundo prensado se destina fundamentalmente a la producción de Vinagre de Jerez, y los del tercero se destinan a la elaboración de vinos para destilación y otros fines.
LA FERMENTACIÓN
El mosto obtenido en las prensas pasa inmediatamente a depósitos verticales de acero inoxidable de hasta 40.000 litros en los que se inicia seguidamente la fermentación alcohólica, que tiene lugar a temperatura controlada de entre 22-24 ºC.
Algunas bodegas mantienen todavía el antiguo sistema de fermentación en barricas o botas de roble nuevas, con el doble fin de que el proceso envine las botas y las capacite para la larga crianza del vino de Jerez y proporcione una vinificación individualizada del mosto.
La fermentación alcohólica se produce por la acción de las levaduras que contiene el polvillo de la uva o “pruina”.
Este proceso de fermentación se divide en el Marco de Jerez en dos fases claramente diferenciadas. En primer lugar, se produce una fermentación tumultuosa, proceso por el cual más del 90% del azúcar que contiene la uva se convierte en alcohol etílico y anhídrido carbónico; es muy violenta durante las primeras 36 h, y dura entre 3 y 7 días, según la temperatura ambiente.
Y después tiene lugar una segunda fase, que finaliza a primeros de diciembre y que produce un delicado vino blanco, seco, de entre 11-12% vol, cuyas características determinarán su primera clasificación antes de ingresar en el sistema típico de crianza aerobia de Jerez y Manzanilla.
LA PRIMERA CLASIFICACIÓN
La primera clasificación de los vinos de Jerez se realiza en el momento del deslío, con los primeros fríos del invierno cuando, completado el proceso de fermentación alcohólica, todas las partículas sólidas se han decantado en el fondo de los depósitos y el vino se ha ido tornando limpio y transparente, de entre 11 y 12 % vol y en cuya superficie ha empezado a desarrollarse una especie de nata o velo de levaduras, que recibe el nombre de “flor”.
Ha llegado el momento de que los catadores, mediante una cata individual, tomen la primera gran decisión sobre el rumbo que habrá de seguir la crianza de los distintos vinos del años así obtenidos.
Una parte de los vinos limpios a la nariz, más pálidos y ligeros, se destinarán a crianza permanente bajo velo de flor para convertirse en FINO o en MANZANILLA; y otra parte de vinos, también limpios a la nariz y pálidos pero de más cuerpo, se clasifican como OLOROSOS.
Los vinos clasificados como para Fino o Manzanilla se encabezan con aguardiente de vino hasta alcanzar una grado alcohólico volumétrico adquirido de 15% vol, mientras que los destinados a Olorosos son encabezados hasta 17% vol, o más, según el estilo de cada Bodega.
Este diferente nivel de graduación alcohólica adquirida determinará el tipo de evolución que habrán de seguir los vinos en su posterior fase de crianza.
Con su nueva graduación alcohólica, los vinos son introducidos en barricas típicas (llamadas “botas”) de madera de roble, en una primera fase de crianza denominada “sobretablas”. A diferencia de otras regiones vinícolas, en las que los vinos envejecen en vasijas cerradas herméticamente para evitar su oxidación, la crianza de Jerez se distingue porque las botas no se llenan por completo. La crianza del Jerez y de la Manzanilla se realiza en botas de roble americano de 600 litros de capacidad, que se llenan en sus 5/6 partes, dejando una cámara de aire de “dos puños” (uno encima de otro) para que el microclima de la región, en sus distintas variantes, ejerza el desarrollo de estos el papel esencial que constituye la gran diferencia de la crianza aerobia del Jerez y de la Manzanilla.
En el caso del Fino y de la Manzanilla, el velo de flor que había hecho su aparición al final de la fermentación se mantiene y sigue cubriendo la totalidad de la superficie libre del vino dentro de la bota. Este velo, formado por levaduras del género Saccharomyces, aísla el vino del aire, impidiendo su oxidación. Además, las levaduras actúan en permanente interacción con el vino, consumiendo alcohol y otros nutrientes, y aportando así aromas y sabores característicos. Esta es la llamada “crianza biológica”.
Como organismos vivos que son y sobre vino a más/menos 15% vol, las levaduras se reproducen continuamente, “floreciendo” de manera intensa en primavera y otoño, y “adelgazando” en verano e invierno, en el caso de los vinos en crianza de Fino, y con el mismo alto nivel de intensidad durante todo el año en el caso de los vinos en crianza de Manzanilla. Las levaduras que van muriendo depositan sus células en el fondo de la bota, formando la llamada “madre del vino”.
En el caso de los vinos destinados a Oloroso, encabezados hasta o por encima de 17% vol, nivel de graduación alcohólica que impide el desarrollo de las levaduras de flor, al desaparecer este velo protector se produce un contacto permanente con el oxígeno del aire. Se trata de los vinos en “crianza oxidativa” o “físico-química”.
Así, la desaparición del velo de flor pronto genera un tipo particular de oxidación que conlleva el desarrollo de las características de color, aroma y paladar propias que distinguen a los estilos de Jerez Oloroso, secos o abocados.
En ocasiones, casi siempre por decisión del bodeguero ante vinos de Solera con destacadas propiedades organolépticas, la intensidad del velo de flor en los vinos en crianza biológica se hace menor, llegando incluso a perderse la flor y aumentando el nivel de la graduación alcohólica del vino por encima del techo idóneo para las levaduras. A medida que la protección del velo de flor va desapareciendo, estos vinos irán entrando en una nueva fase de crianza oxidativa, en contacto con el aire. Surge así el estilo de Jerez denominado AMONTILLADO, auténtica joya de la enología mundial.